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Una nueva ola de ataques ha sacudido Yemen, esta vez impulsada por una coalición encabezada por Estados Unidos y el Reino Unido, respaldada por varios países aliados. Los bombardeos, realizados contra posiciones de los hutíes en territorio yemení, marcan un dramático episodio en el prolongado conflicto que azota la región.
La coalición, que cuenta con el apoyo de naciones como Australia, Baréin, Canadá, Dinamarca, los Países Bajos y Nueva Zelanda, justifica sus acciones como respuesta a los ataques perpetrados por los hutíes contra buques que transitan por el mar Rojo y sus alrededores. Esta escalada ha llevado a una serie de bombardeos contra instalaciones estratégicas de los hutíes, incluyendo depósitos de armas, sistemas de defensa aérea y radares, entre otros objetivos.
El secretario de Defensa estadounidense, Lloyd Austin, no ha dudado en advertir que estos ataques continuarán si los hutíes persisten con sus agresiones en el mar Rojo. Para Washington, la prioridad es proteger el libre flujo del comercio y garantizar la seguridad en una de las rutas marítimas más críticas del mundo.
Por su parte, los hutíes no han permanecido pasivos ante estos embates. Recientemente, llevaron a cabo ataques contra un petrolero estadounidense en el golfo de Adén, así como contra varios buques de guerra estadounidenses en el mar Rojo. Estas acciones han elevado la tensión en la región y han desencadenado una espiral de violencia que parece no tener fin a la vista.
Desde el 12 de enero, más de 270 ataques han sacudido Yemen, perpetrados por fuerzas respaldadas por EE.UU. y sus aliados. El líder de los rebeldes hutíes, Abdul Malik al Houthi, denuncia una flagrante agresión contra su país, marcando una vez más la brutalidad de un conflicto que ha sumido a Yemen en el caos y la desolación.
En medio de esta escalada de violencia, la población yemení continúa sufriendo las devastadoras consecuencias de un conflicto que parece no tener fin. La comunidad internacional observa con preocupación, mientras Yemen se enfrenta a una crisis humanitaria sin precedentes, con millones de personas en riesgo de hambruna y enfermedades mortales. En un escenario marcado por la incertidumbre y el sufrimiento, la esperanza de una solución pacífica parece cada vez más distante.